Mi tarde perfecta empieza cuando abro las puertas del colegio. Suelo cerrar el candado, echar un vistazo rápido a la pista e inspirar hondo mientras imagino el gol que voy a marcar por toda la escuadra. Mi sonrisa se borra inmediatamente cuando compruebo que son las 17:15 y lo más parecido a un ser humano que hay cerca de mí es el palo de la escoba con el que estoy barriendo. Como un reloj, a las 17:20 me empiezo a cagar en la puta madre de algún miembro del senior A. Me prometo a mí mismo no volver a sacar los bancos. Lo peor es que "Pasión de Gavilanes" ya está a mi lado. Está de mala leche porque no ha podido dormir siesta y encima la Dolores no le ha dejado mojar el churro. Creo que sería capaz de matar por él pero en esos momentos siento unas ganas enormes de penetrar su ano con la misma escoba con la que barro. ¡Joder Jose, que ya sé que son unos impuntuales pero deja de taladrarme y ayúdame con las redes!
A eso de las 17:30 llega el árbitro y el equipo rival. Suelen pillarnos en el momento en que hay siete tíos intentando deshacer los nudos marineros que se forman en las putas redes. Hasta los huevos. Lo mejor de todo es la cara de plástico que se les queda a los jugadores de los equipos que vienen, acostumbrados a jugar en pabellón. Empiezan a arrastrar los pies por el asfalto y valoran mentalmente la pasta que se van a dejar en yodo para curar las heridas de esa tarde. Es lo que hay chatos.
A las 17:40, y después de haberse fumado los cuatro cigarritos de turno hablando de la papa de la noche anterior, consigo meter a los gorrinos en la pocilga (es un recurso metafórico). Me cambio con ellos.
17:45. Salgo de la pocilga y veo al otro equipo calentando. Todos uniformados, motivados, calentando juntos, animándose. Los gorrinos siguen dentro. Se creen que por ronearse dentro van a calentar menos. Aprovecho el impasse para entrar en la caseta del colegiado y coger varios balones. Abro la puerta y veo al referee. Creo que el de hoy no es de los más retrasados pero el pestazo a pies del vestuario me da a entender que no tiene pareja. Conclusión: sus huevos, a rebosar, provocarán un aluvión de tarjetas durante las dos próximas horas.
18:00 Empieza el partido del senior B. Soy un manojo de nervios en el banco. He amordazado a Gavilán y he sobornado a Santiago con un Larios para que vaya a por los balones que salen fuera. Hoy los ultras han venido más ruidosos que nunca. Mamá Gavilán y Mamá Prieto le sueltan cuatro frescas al primero que toca a sus hijos. A veces me dan miedo. Ramiro está muy atento en la banda contraria. Balón que le llega, balón que le pasa por debajo al intentar controlarlo. Está claro que la técnica futbolera no se lleva en los genes.
A todo esto, me empiezo a sulfurar. No somos capaces de dar dos pases seguidos en condiciones. En el fondo no nos sentimos a disgusto siendo dominados. De vez en cuando lanzamos alguna contra peligrosa y si Sergio está inspirado, el entrenador rival tiene que pedir un tiempo para dejar claro a los suyos que marquen de cerca al número tres.
Descanso. 0-0 y al vestuario. Intento animar a los chavales. Trato de sintetizar y sé que ha llegado la hora de volver al campo cuando empiezan a hablar de las guarrillas que no se pudieron tirar anoche.
Los segundos tiempos son más tensos. En el minuto 10 de la segunda mitad David lleva una amarilla y desde la lejanía observo un leve temblor en su labio. Alarma! De repente, sus siete compañeros de equipo, Gavilán (ya zafado de la mordaza) y toda la afición local empiezan a reclamar el cambio: Javi, cambia al Davideño! ¿no ves que ya se le han cruzado los cables?. Me enfado, me toca los cojones que me digan que tengo que cambiar a alguien, además confio en él, sé que será capaz de autocontrolarse.
Minuto 11. David expulsado por romperle el tobillo a un tío del otro equipo. Miradas asesinas caen sobre mí.
El partido está tocando a su fin. Sigue 0-0 y el entrenador rival se desespera gritando a los suyos que abran el campo. Por dentro me descojono y los chavales del otro equipo se acuerdan de la mamá de su mister. Se juegan el ascenso y el empate no les sirve. Ya juegan de cinco. Sólo quedan dos minutos pero somos los imitadores perfectos del Catenaccio puro. De pronto, el pivot rival pierde la bola que, mansamente cae a los pies de Lafuente junior. No levanta ni la cabeza. Sabe exactamente donde están las cuarenta y dos personas que hay en el recinto escolar, incluyendo a Dani del senior B que está pegando una buena cagada en el vestuario. El balón hace una parábola perfecta y entra por toda la escuadra. 1-0. Tres puntos fieles a nuestro estilo.
Justo tras el pitido final, saludo al mister y a los jugadores del otro equipo. El rictus de su cara se podría definir como un agilipollamiento sorprendido.
Entro en el vestuario y, mientras trato de evitar ser rozado por alguna polla sudorosa, me quito el pantalón de chandal para salir a la pista, esta vez como jugador.
Lo primero que veo al pisar de nuevo el terreno de juego es a Valentín haciendo pasos de Capoeira. No, me equivoco, está intentando rematar un balón elevado. Giro un poco la cabeza y veo a Abel tocándose los musculitos y riéndose con Ciria de lo malos que son los rivales. Unos metro más allá está Yeyu dando instrucciones a Víctor de cómo situarse al jugar de pivote. Yo creo que está pensando, lo que tú quieras nen pero cuando me llegue la bola me la juego que para una que me pasáis hay que meterla. Justo al lado, en el círculo central está Castro. Ya está gritando el puto enano. Como todos los sábados se está metiendo con todas las féminas de la familia de Pedro que, enfundado en su elegante chaqueta de cuero, calienta a Raúl, el mejor portero de la categoría. Desi, por su parte, calienta con intensidad. El pobre chaval se lo sigue tomando en serio. Parece un tío muy sacrificado y te dan ganas de ser como él, lo que pasa es que luego, cuando se gira y ves las lupas de motociclista de los años veinte que lleva puestas pierde toda la credibilidad. Dani sigue cagando y Manel no ha podido venir, hoy le toca trabajar. Echaré en falta sus desplazamientos en largo. Es una lástima que nuestra pista sólo mida treinta y pocos metros.
¡Este es mi equipo!
Al final 7-6. El rival era una banda pero hasta que no se han puesto 0-5 no hemos empezado a jugar. He metido un gol de doblepenalti por la escuadra en el minuto 49. Miro al cielo y se lo dedico a Sergio. ¡Grande Muntaner! Creo que lo ha dicho él.
La tarde ha sido perfecta.
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