jueves, 16 de febrero de 2012

ANTÒNIA FONT - CALGARY 88



Lamparetes es un disco repleto de joyas. Calgary 88 es una de ellas y ahora soy capaz de reconocerlo. Digo esto porque hace ya algún tiempo un amigo, que en unos meses volverá a ser padre, colgó en su blog un clip de los Antònia Font. En su fuero interno esperaba que yo fuera capaz de captar la sensibilidad musical de estos mallorquines. Pero en aquella época yo no estaba preparado para tal acontecimiento. Mis gafas eran demasiado grandes y demasiado oscuras para ver más allá de mis narices.

Ahora, meses después, ya capaz de experimentar emociones intensas con esta música, me pregunto si no hubiera sido mejor seguir con aquellas gafas puestas. Los últimos acontecimientos acaecidos en este país me han llevado a plantearme la disyuntiva acerca de la conveniencia de si es preferible estar atento a lo que pasa a nuestro alrededor o, por contra, lo mejor es no reparar en ello . La absolución de un famoso político al que todos hemos escuchado vergonzantes conversaciones que lo dejaban en evidencia, la imputación y la condena de un juez que ha tratado de investigar terribles crímenes, el expolio de las arcas públicas por parte de las élites financieras y el mensaje institucionalizado de que la solución a la crisis y al desempleo pasa por la reducción de los derechos de los trabajadores y sus salarios me producen repulsa a la vez que indefensión. ¿Sería más saludable no experimentar estas emociones tan desagradables?

Hoy, sin mis gafas oscuras, sin mis gafas de enajenado, de ensimismado, de ignorante y de adulto joven cada vez más alienado, siento miedo ante el futuro que se nos avecina. Siento miedo frente al futuro que le voy a dejar a mi hijo, un futuro en el que ya no hay pluralidad en los medios, un futuro en el que no existirá lo público porque unos señores han decidido que el pastel era demasiado goloso para dejarlo escapar, un futuro de desigualdad y de exclusión social. ¿Sentiría menos miedo si no me diera cuenta de lo que está pasando?

Es probable que la respuesta a este callejón sin salida sea la acción colectiva. El problema es que desde hace muchos años se nos ha ido educando para tender hacia el individualismo y la sumisión (bueno, de eso también se han encargado las deudas hipotecarias), obviando la fuerza de lo común. Pero en lo común, en los acuerdos de la ciudadanía para mejorar la sociedad en la que vivivmos, es donde radica la fuerza del grupo social. No puede ser que unas pocas personas decidan el futuro de la gran mayoría. Eso no es democrático. ¿Sería mejor creer que vivimos en democracia?

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