jueves, 20 de marzo de 2008

PASTORA

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Grande Lola!!

Por cierto, en el día del padre, felicidades Manel.

SEMANA SANTA

Llegó la Semana Santa. Un año más, miles de seres humanos se echan a las calles para formar parte de uno de los fenómenos psico-sociales que más llaman mi atención. Respeto las creencias de cada uno pero hay un aspecto del sentir religioso con el que no acabo de "comulgar". Es bien cierto que la experiencia religiosa ha formado parte del crisol afectivo de muchos seres humanos desde épocas remotas. También es cierto que la religión, sea católica, protestante, ortodoxa o musulmana, parte de un acto de fe. Pero no es menos cierto que la experiencia religiosa, la creencia acerca de Diós, debe ser fundamentada en el accionar cotidiano, o sea, en los actos de buena voluntad que producimos a lo largo del día.

Voy a intentar explicarme mejor. En mi opinión, Diós hace referencia a una idea. Diós, traducido al lenguaje cotidiano, significa amor y, los sistemas religiosos, con sus preceptos y mecanismos, pretenden ayudar al ser humano a encontrar el camino de este amor. Diós, como ente externo a nosotros mismos, no existe. Diós es un concepto más bien filosófico, es un mito, es una metáfora de la experiencia amorosa. Llegar a conocer a Diós implica llegar a conocerse interiormente, experimentar una serie de sentimientos derivados de un enfoque atencional concreto, un enfoque atencional dirigido a la compasión y de base empática. Pero esos sentimientos que las iglesias del mundo se adjudican son básicamente humanos. No nos vienen del "cielo".

Cuando era un niño, mi madre nos obligaba a mi hermana y a mí a rezar un padrenuestro cada noche. Yo rezaba. Lo hacía convencido de que un ser con mucho poder sería bueno conmigo y con los míos si me portaba como mi mamá decía que había que portarse. Crecí creyendo en ello. Crecí creyendo, de forma inconsciente, que parte de lo que pasaba en mi mundo no era responsabilidad mía. Tener un Diós, en parte, me libraba de hacerme responsable de mis actos o de mi propio destino. Era más cómodo pensar que estaba donde estaba porque así lo había querido el Señor. Yo era un niño muy miedoso y la idea de un señor todopoderoso que estuviera de mi lado me consolaba bastante.

Lo que ocurre es que pasados los veinte empecé a cuestionar mis creencias o, mejor dicho, las creencias de mi madre que yo había tomado como propias. Me empecé a preguntar qué había de cierto en todo aquello y cómo no, surgieron las dudas. Me di cuenta de que si otorgo mi propio poder a otro, me convierto en un ser dependiente del exterior. Me di cuenta de que hay muchas personas que nunca se cuestionan su fe por miedo. Por miedo a no tener un centro de gravedad a partir del cual vivir. Por miedo a perder su sistema de creencias. Hace unos años, empecé a comprender que Jesús, Buda o Mahoma no eran seres capaces de hacer cosas fuera de lo humanamente posible. Empecé a comprender que gente como Jesús o Buda fueron líderes de masas, líderes que fueron capaces de movilizar a miles de humanos simplemente haciendo sentir amor a los demás, haciendo llegar a los demás mensajes esperanzadores en unos tiempos de gran conflictividad y tiempos, al fin y al cabo, en los cuales la propia vida solía ser corta y llena de penurias.

Hace un tiempo empecé a plantearme si tenían sentido o no las ideas y creencias que movían mis actos, que movían mi vida. Creo que aún estoy un poco atascado pero, por lo menos, considero que es un buen antídoto para la higiene mental. Ahora pienso, como he dicho unas líneas atrás, que la experiencia religiosa es algo personal, en mi opinión se parece mucho a un estado de gran concentración, o por lo menos esa experiencia interna debe ser algo similar. Lo que no llevo bien de la Semana Santa es ver como gente que se pasa todo el año haciendo sufrir a los demás, salen en procesión y se creen las personas más piadosas del planeta. Aquí falla algo. La Iglesia, como estamento representativo del show business patriarcal y mojigato, condena a los seres humanos a un vacío existencial y, sobretodo, a un condicionamiento en la manera de pensar que dista mucho de lo que significa la palabra libertad. Adoctrinar es lo contrario a emancipar. Cuando adoctrinas conviertes a un hombre en títere. Cuando educas con amor, fomentando el pensamiento crítico, formas a seres humanos autónomos y capaces de decidir por sí mismos.

Soy respetuoso ante la experiencia interna de cada uno. No pongo en duda que haya personas que se sientan partícipes de una experiencia religiosa reconfortante. Lo que no trago es que salga un tío con sotana y casquete púrpura negando una serie de derechos a un ser humano por su condición sexual. Eso es lo triste de esta sociedad. ¿Por qué pide respeto el estamento eclesiástico cuando no es capaz de respetar la diferencia? En mi opinión, el problema de la Iglesia hoy en día se fundamenta en la tremenda divergencia entre el mensaje o la filosofía implícita en la palabra de Diós y la acción llevada a término por los propios religiosos.

Que una cosa es luchar por hacer llegar el amor a todos los rincones del planeta y otra muy distinta es luchar por mantener el status quo y la situación de poder de la élite eclesial.

Paz y amor.