jueves, 6 de junio de 2013

EL BALÓN


Te ofrezco mi mano. Tú decidirás cuándo tomarla y cuándo no, decidirás en qué momento desasirte para afrontar el futuro sin mi tutela. Necesitas cogerla y también soltarla, todo a su debido tiempo. En cualquier caso, quiero que sepas que siempre estaré al otro lado, esperando tus pases o tus disparos, esos que entrarán en la portería que estaré custodiando sin mucha cautela, más pendiente de tu expresión de alegría que de la trayectoria del balón, el mismo que rueda impulsado por tu pie en miniatura, que rueda y se acerca dubitativo a la línea de gol. Yo te observo divertido y anticipo la alegría de tus brazos alzándose y de tu cara expandiéndose de puro gozo cada vez que el esférico medio deshinchado toca la red. Nos une la emoción de perforar la portería, padre e hijo con la misma inocencia compartida, con la misma referencia en la mirada, la del rectángulo formado por el suelo y los tres palos. La pelota gira y gira y distraída se me escurre entre las piernas. Toca la red y llega tu grito. Gol. Si en ese momento se apagaran todos los focos del estadio, seguiría viendo lo que me rodea, porque no hay luz más intensa que la que irradia tu gesto, esas cejas tan arqueadas, con la boca abierta de par en par mostrando tus pequeñas perlas blancas en forma de dientes. La carcajada que reverbera en mi espíritu paterno, la vibración de la felicidad verdadera entrando por todos los poros de mi piel. Sentirte tan cerca. Emocionarme al contemplarte y emocionarme al entender que por fin sé quién soy. Y todo gracias a ti, y a esa sonrisa impoluta, desligada de toda impureza o de todo sentimiento impostado. Dejarme marcar el gol, ese gol que celebro interiormente más que tú a pesar de que finjo estar contrariado por haberlo encajado, contrariado y falsamente cabizbajo, pero sin quitarte el ojo de encima para no perderme ni un ápice de tu júbilo, de tu vida, de esa inabarcable vida que fluye en todas las direcciones desde el centro de tu ser. Retazos de nuestras vidas, la tuya, la de tu madre y la mía, pedazos de nuestra existencia capturados por un objetivo de forma discreta. Imágenes tomadas desde otro plano, un punto de vista diferente y humano, más humano de lo habitual; desde lo sensible, la sensibilidad del artista que capta una emoción y la expresa a su manera, porque entiende un sentimiento, porque se lo apropia y lo hace suyo, lo interioriza y lo procesa, lo matiza y lo plasma. La deuda impagable con aquel que toca tu corazón de una u otra manera. Gracias por todo. Muchas gracias.